martes, 21 de junio de 2016

Oda al invierno 16

Hola invierno… (Día nublado).
"Día feo"... ya te extrañaba, gris inspirador.
Cielo color “panza de burro”.
Hola, llovizna hermosa y melancólica. Suelos húmedos, pistas barrosas y calles desoladas.
Hola chompa, chalina y guantes.
Aliento frío, pies fríos y manos congeladas.
Hola, lentes empañados. Vista borrosa. Caminatas largas (sin bochorno).
…chocolates en el bus (en donde sea). Canciones para recordarte (en donde sea)
Hola, azul marino, ropa oscura. (Hola siempre)
Hola, brisa marina, a las dos de la madrugada… Naranjas, mandarinas.

Hola.


jueves, 24 de diciembre de 2015

Ciudad de M

Cuando mi amigo Fernando "Chicho" Zuñiga terminó el servicio militar en la marina (2 años de voluntario) vino a visitarme, pues le contaron que yo ya no era el mismo. Que ya no me veían seguido por el barrio. Es más, que ya no salía de casa y si lo hacía, era de noche. Que de alguna manera me había vuelto antisocial, más retraído de lo normal, emo o no sé qué más vainas inventadas. Todas esas cosas que se suelen decir ante algo que no se sabe explicar. Lo único que puedo decir al respecto es que me mudé varias veces por temas ajenos a esta historia.

Recuerdo que me sorprendió verlo después de dos años. En todo ese tiempo no lo fui a visitar como sí lo hicieron mis otros amigos. Estaba cambiado. Hace dos años atrás nomas era flaquísimo como yo. Ahora estaba más ancho, había desarrollado músculo y la ropa le quedaba ajustada. Vestía un polo blanco de mangas cortas y de franjas verdes en los hombros. Estaba parado ahí, frente a mi puerta, algo rapado y quemado por obvias razones. Además, tenía el ceño serio e imponente. Ya no tenía la cara de niño inocente. 

Al verme le cambió el rostro y sonrió. No estaba solo, vino con dos amigos más del colegio. Lo reconocí; era el mismo amigo de infancia con el que me quedaba charlando de sueños y de tareas los viernes por la noche. No me había olvidado. Vino a "sacarme" porque no podía creer que nadie sabía algo de mí en un año. Vino a visitarme con un vino en la mano y un par de CD´s que había comprado en el centro.

No sé de qué conversamos ese preciso momento, pero sé que el tema de los CD´s nos llevó por el camino de la música. Era el CD del soundtrack de la película Ciudad de M, película peruana, que yo ya había visto un par de veces y era una de mis favoritas, no solo por la trama sin por la música. El otro CD era de Daniel F (no recuerdo el disco). Me contó que su promoción de la marina (así se llaman ellos) le gustaba mucho la música del "F" y que, en sus días de franco, él le llevaba a un bar del Jr. Quilca, donde ponían en la rockola puro rock de aquel entonces y que fue ahí donde conoció la música de Daniel y de todo ese género contestatario y subterráneo.

Había traído su Station wagon, tipo el de la película peruana, pero no tan viejo como aquella. En ese momento fue bautizado como "el carro de ciudad de M" (reímos mucho al respecto) Ya todos habíamos entrado en confianza y decidimos irnos a otro lugar.

"A cualquier lugar, llévame...
a cualquier punto de la ciudad
sin rumbo preciso..."

Nos subimos al carro y puso el CD del soundtrack y lo primero que sonó fue "Mala sangre" de La liga del sueño "Nunca fui de este pueblo, jamás fui un cristiano; no. Siempre fui raza inferior...". Entonces fuimos a su casa a celebrar no solo en final de su servicio militar sino el reencuentro de los amigos de siempre.

Estábamos embalados. Charlamos de música, de religión, de política, de la secundaria: de los momentos más épicos del colegio; esos que nunca se olvidarán y que se suelen decir en cada encuentro y tienen el mismo efecto de risa en todos. De su experiencia en la marina: de su bautizo, de cuando lo raparon, de cuando almorzaba en el comedor, de los castigos, de los ejercicios que hacían a muy tempranas horas. Todos escuchábamos porque lo sabía contar con gracia. Nos reíamos con él. Estaba orgulloso de haber servido a su patria. Yo no iba a contradecirle. 

Tenía toda una filosofía de vida. No había duda de que había madurado más que yo, sin embargo traía arraigado ideas ajenas que -seguramente- esa verticalidad del sistema al que pertenecía habían impuesto sobre él. Pero lo escuchábamos porque estaba convencido de ello. Para ese entonces yo ya no era tan extraño y todos estábamos como si no hubiera pasado el tiempo: bebíamos y cantábamos las canciones de Daniel F. A él le gustaba la canción "el hombre que no podía dejar de masturbarse", título sugerente que solo el "F"sabe ponerle a sus canciones...

"Cuando octubre cayó sobre sus ojos
se agotaron los días de verme en enojos
caminaba entre islas sin puerto seguro
como ciegos que miran de reojo al futuro..."

Ya daban las diez de la noche y decidimos ir a un restobar cerca del barrio para seguirla ahí. Bailamos y pogeamos hasta la madrugada. Nos volvimos a juntar como antes, pero ya no teníamos diecisiete sino casi veinte años y la poca independencia que nos favorecía la aprovechábamos bien. Creo que de alguna manera, él tenía ese imán de juntar a la gente y hacer un buen grupo humano. Gente magnética le llaman.

Empezamos a pelotear los fines de semana, a ir al gimnasio para aumentar músculo e ir a la playa o piscina, a hacer costumbre comer ensaladas de fruta los domingos por la noche, a ir a los conciertos de rock nacional y, paulatinamente, a asumir responsabilidades: a dejar el trabajo por el estudio, a ser realista y darme cuenta de que sino estudiaba no lograría mis metas. Pero en ese tiempo nos juntábamos en la tienda del barrio hasta que se nos ocurriera algo qué hacer el resto del sábado o domingo. Eramos el "Chato Jhonny", Chicho, Marcos, Germán y yo, los que por entonces rompimos todas las rutinas posibles. El "Chato Jhonny" no era de la promoción, pero fue parte del grupo porque era el independiente y el que solventaba la mayor parte de los gastos. Un buen tipo.

Fueron aquellos días donde el futuro era incierto, pero qué bien la pasábamos entre conciertos y conversas hasta la madrugada. Entre pichangas de fin de semana y lateadas largas, como la de Alfonso Ugarte hasta Izaguirre en los Olivos. Entre metas y decepciones que nos volvían a tierra. Entre trabajos mediocres y de medio tiempo...

Al final me alejé -otra vez- de todo para ingresar a la universidad y cada quién tomó su rumbo. Ya no los veo como antes. Tal vez el del imán era yo y no lo sabía. No lo sé aún. Hace poco mi amigo Germán me llamó y me contó que trabajaba para un tipo que estaba enganchado con los festivales de rock en el Perú y me hizo entrar gratis al concierto de Vivo por el Rock 5 con un brazalete de alimentos. Fue alucinante entrar de esa forma al estadio nacional. Mi amigo del que conté al principio formó una bonita familia y consiguió un trabajo estable. De los demás no sé mucho. Yo ya llevo cuatro años de universidad y supongo que nos volveremos a encontrar en cualquier lugar, porque he desaparecido otra vez.

"Eran unas caminatas,
las que yo solía hacer...
Aire frío, tardes grises
y los días al revés...
Y en las noches solía ver...
Las calles de mi ciudad"




Manuel Q. Lucana

domingo, 26 de julio de 2015

Al ladrón que logró abrir mi mochila:

Sr. ladrón, si ha logrado Ud. la proeza de abrir el cierre de mi mochila sin que yo me diera cuenta, tome algunas indicaciones que facilitará el objetivo de su trabajo, pues debo confesar que me ha sorprendido y merece todo mi respeto por ser tan hábil en su empresa.

Una vez abierto la mochila tenga presente las siguientes instrucciones:
  1. Quitar de en medio la botella de agua mineral o el tomatodo que se asoma como si tuviera vida.
  2. Luego se topará con un fólfer lleno de separatas... Póngalo a un costado. (por favor, no desordenar que bastante tengo conmigo)
  3. Al llegar a la chompa mal doblada (que llevo por si  me de frío en las noches) solo pase de frente y no se complique.
  4. Tal vez sienta una toalla de rostro entre el fólfer y el cuaderno espiralado (la llevo siempre porque no me gusta secarme con papel higiénico)... Póngalo a un costado
  5. Después de todo eso, llegará al fondo de la mochila y deberá de palpar entre llaves, lapiceros, vouchers, boletos y monedas de veinte céntimos que arrojo de vez en cuando. Solo después de eso se encontrará con mi billetera, que es lo único de valor que llevo en la mochila (dinero, carné de medio pasaje, tanto de la universidad como el metropolitano, tarjeta de crédito, DNI, más vouchers, recibos de la tintorería, tarjeta cineplanet, fotos de mi madre y un poema escrito a mano que siempre me leo).

Nota: no se garantiza el objetivo esperado, pues ni yo mismo encuentro mi billetera cuando más lo necesito (o sea, al ingreso de mi universidad, a la hora de mostrar el carné).


miércoles, 13 de mayo de 2015

Instantes

Uno de estos días me voy a ir
y me llevaré esta canción para el camino.
Nunca quise estar mucho tiempo aquí de todos modos.

Ya han pasado muchos años,
y uno de estos días me voy a ir...
por tercera vez.














martes, 24 de marzo de 2015

Vacaciones en Nasca (3ra parte): Mi tío abuelo

A José Lucana, con respeto y admiración.

Mi tío abuelo tiene 80 años; y lo conocí cuando su hermano -mi abuelo directo- falleció. Valentín era su nombre, era de esos arequipeños que cuando el orgullo arraigado se le metía en la cabeza por alguna seudoinjusticia se iba de la casa de mi madre a su casa de chosica. A la siguiente semana volvía como si nada hubiera pasado. Mi madre ya no le hacía mucho caso pues ya lo conocía muy bien: "ya se le pasará y volverá como siempre el viejo" -decía. Me contaba que él había sufrido mucho de joven (al menos esas historias eran las que siempre salían de su boca cada vez que tomaba), por eso era así. Ya lo entendía y las cosas no pasaban a mayor. Valentín Lucana falleció un febrero del 2008 y fue ahí que conocí a José Lucana, mi tío abuelo que reside en Nasca hace mucho años. 

Cuando viajé por primera vez a Nasca, mi tío no me reconocía bien. Me presenté respetuosamente y conversamos mucho del pasado y algo del presente: de mis estudios, de sus investigaciones, de la familia, etc. La segunda vez que fui me hizo conocer su tan cuidado huerto alejado del centro de Nasca donde -cada vez que voy- me regala de la misma mata un racimo de uvas o varios mangos para comerlos al instante. En la tarde me lleva a los acueductos de la cultura Nasca; me explica detalladamente cual guía turístico y quedamos para los siguientes días. Es una agradable compañía.

La tercera vez que fui (2015) se había olvidado mi nombre, pero sí me reconocía (al menos cada año vamos haciendo el lazo más fuerte) solo lo vi un día y fue en su huerto, donde reside más tiempo para alejarse del bullicio del hotel. Nuevamente la bienvenida con racimos de uvas que están sabiamente envueltas en papel periódico para que ningún insecto las malogre; las enjuago en su lavadero muy bien ubicado al medio del huerto: Lúcuma, limones, mango, granadilla y uvas son los frutos que veo; nos sentamos y conversamos un rato. En la tarde la seguimos en un restaurante muy recomendable allá en Nasca: Limón & Sazón. Almorzamos un sudado de lenguado y disfrutamos de una tarde amena:



"Valentín y yo somos hermanos de padre mas no de madre, por eso no viví con él de niño. Yo conocí a mi hermano recién de joven. Lo busqué y empezamos a andar un buen tiempo, tenía 18 años aproximadamente. Lamentablemente nos separamos porque yo me vine a estudiar a Ica; y él se quedó cuidando a su madre que estaba un poco mal de salud. Años después nos volvimos  a encontrar; él trabajaba en la fábrica Diamante y nuevamente estuvimos un tiempo juntos. Finalmente me fui y solo mantuvimos comunicación por carta. Hasta que supe que había fallecido" - José Lucana.





lunes, 23 de marzo de 2015

Vacaciones en Nasca (2da parte): Una guitarra y un buen amigo.

Soy astigmático desde algunos años atrás y muchas veces no me doy cuenta de las personas que pasan por mi lado (en varias ocasiones me han saludado a lo lejos y he respondido cortésmente sin siquiera adivinar quién era); pero más que eso siempre he sido distraído. Las personas constantes no captan mi atención (tampoco es que quiera lo contrario). Sin embargo ver a algunas personas que rompen con lo cotidiano me abstrae. La guitarra en medio de tiendas de calzados, cadenas de farmacias y gente que viene y va es que algo para observar. Me puse los ojos que cuelgan de la camisa para momentos de atención y me di con la sorpresa de que, aquel que estaba sentado ensayando notas con su guitarra de cajón, era mi amigo Álex, compañero de estudios en San marcos.

Llevé con él tres o cuatro cursos en la facultad y hemos conversado muchas veces en estos tres años de estudio. Él tiene a toda su familia en Nasca a la cual vuelve cada vacaciones para ayudarlos con el negocio familiar. Yo lo sabía pero en lo último que pensaba en ese momento era en él (Solo tenía en mi mano la foto de mi madre y una melancolía que cambiaría al bajar) El taxi se detuvo por el semáforo y yo, al reconocer a mi compañero, me bajé de inmediato a saludarlo. La sorpresa fue mayor para él: Solo cabe decir que nos quedamos sentados charlando un par de horas en el negocio de sus padres, tocamos la guitarra y acordamos para los siguientes días. Caminatas por una plaza que tiene ese color antiguo de las fotos que están en los libros, piscina en la tarde en un polideportivo; Bukowski en su polo, películas para recomendar, música y adoquines de fruta: los mejores que he probado en mi vida. Antes de volver a lima, me despido de él y de su familia que tan amable me presenta. 

Buena suerte con tus planes, Álex. Nos vemos pronto.

Foto tomada del facebook sin su permiso

domingo, 22 de marzo de 2015

Vacaciones en Nasca: Nacer

Me voy a Nasca con mi enorme mochila y llevo conmigo, en este viaje cargado de excusas, un corazón que ya me extraña, un libro de Cortázar, un montón de canciones para el camino, muchos saludos y un abrazo de mi madre por el móvil. Son siete horas de camino y el viaje es más largo cuando vas solo; aunque ahora que lo pienso no voy tan solo pues la tecnología me permite ir con mi gran amigo Willy que ha acompañado hasta las cuatro de la mañana. Estación Ica: Aún faltan dos horas...

Amanece en Nasca y yo dormiré hasta el medio día. Mi padre no responde el celular (qué sorpresa); sin embargo, los que me atienden son buenas personas y me tratan bien gracias a él: Desayuno, almuerzo y cena. "Solo estaré 5 días a lo mucho" -les digo. Quiero dejar atrás el bullicio de mi casa, el tráfico de lima, ese calor que abochorna, la inseguridad de las calles y las aglomeraciones de luces y carteles que hay por mi localidad. Además de ello quería cambiar de aires. Me gusta lima, soy muy urbano, pero siempre es bueno alejarse de la ciudad y respirar gente nueva, nuevas experiencias y, sobretodo, disfrutar los paisajes amplios.

Ya en la tarde me dispongo visitar a los familiares. Para ser más exacto a la tía Ali que viven a 20 minutos del hotel en el que estoy hospedado. En Nasca es común transportarse en taxi, te cobran entre tres o cuatro soles a casi todos los lugares que quieras ir. Los 10 minutos en los que trato de recordar las callecitas aledañas de Vista alegre y el lugar exacto donde bajar, me da una nueva perspectiva del lugar. En un año las cosas cambian y ya no me ubico bien, pero la tienda de mi tía está perfectamente ubicado en una esquina; así que doy fácil con el lugar: abrazos y sonrisas nos embargan por la sinceridad del saludo anual con mi tía que conocí hace solo dos años atrás. Conversamos y me muestra una promesa que saca de un portafotos antiguo: Mi madre a los 17 años. Me quedo viendo la foto por un momento y mi tía me observa sonriendo porque sabe que no reconozco a la de la foto. Me cuenta anécdotas de ese tiempo y yo la escucho como se debe de escuchar a las personas con mucha experiencia...

El camino de vuelta al hotel, ya no me importó ver las callecias de Vista alegre. Trataba de reconocer a mi madre en esa foto perfectamente cuidada y en todo ese cabello largo que tenía. A primera vista no la pude reconocer a ella; no de manera general, pero sí por sus facciones intactas. Pude reconocerme en su pequeña nariz, en esos ojos que aún no mostraban tristeza, en sus labios y cejas que son los míos; y, al notarlos, mis ojos brillaron nostálgica y resentidamente. Resentida por cosas del corazón que no divulgaré por este medio.



27 de setiembre de 1982