martes, 24 de marzo de 2015

Vacaciones en Nasca (3ra parte): Mi tío abuelo

A José Lucana, con respeto y admiración.

Mi tío abuelo tiene 80 años; y lo conocí cuando su hermano -mi abuelo directo- falleció. Valentín era su nombre, era de esos arequipeños que cuando el orgullo arraigado se le metía en la cabeza por alguna seudoinjusticia se iba de la casa de mi madre a su casa de chosica. A la siguiente semana volvía como si nada hubiera pasado. Mi madre ya no le hacía mucho caso pues ya lo conocía muy bien: "ya se le pasará y volverá como siempre el viejo" -decía. Me contaba que él había sufrido mucho de joven (al menos esas historias eran las que siempre salían de su boca cada vez que tomaba), por eso era así. Ya lo entendía y las cosas no pasaban a mayor. Valentín Lucana falleció un febrero del 2008 y fue ahí que conocí a José Lucana, mi tío abuelo que reside en Nasca hace mucho años. 

Cuando viajé por primera vez a Nasca, mi tío no me reconocía bien. Me presenté respetuosamente y conversamos mucho del pasado y algo del presente: de mis estudios, de sus investigaciones, de la familia, etc. La segunda vez que fui me hizo conocer su tan cuidado huerto alejado del centro de Nasca donde -cada vez que voy- me regala de la misma mata un racimo de uvas o varios mangos para comerlos al instante. En la tarde me lleva a los acueductos de la cultura Nasca; me explica detalladamente cual guía turístico y quedamos para los siguientes días. Es una agradable compañía.

La tercera vez que fui (2015) se había olvidado mi nombre, pero sí me reconocía (al menos cada año vamos haciendo el lazo más fuerte) solo lo vi un día y fue en su huerto, donde reside más tiempo para alejarse del bullicio del hotel. Nuevamente la bienvenida con racimos de uvas que están sabiamente envueltas en papel periódico para que ningún insecto las malogre; las enjuago en su lavadero muy bien ubicado al medio del huerto: Lúcuma, limones, mango, granadilla y uvas son los frutos que veo; nos sentamos y conversamos un rato. En la tarde la seguimos en un restaurante muy recomendable allá en Nasca: Limón & Sazón. Almorzamos un sudado de lenguado y disfrutamos de una tarde amena:



"Valentín y yo somos hermanos de padre mas no de madre, por eso no viví con él de niño. Yo conocí a mi hermano recién de joven. Lo busqué y empezamos a andar un buen tiempo, tenía 18 años aproximadamente. Lamentablemente nos separamos porque yo me vine a estudiar a Ica; y él se quedó cuidando a su madre que estaba un poco mal de salud. Años después nos volvimos  a encontrar; él trabajaba en la fábrica Diamante y nuevamente estuvimos un tiempo juntos. Finalmente me fui y solo mantuvimos comunicación por carta. Hasta que supe que había fallecido" - José Lucana.





lunes, 23 de marzo de 2015

Vacaciones en Nasca (2da parte): Una guitarra y un buen amigo.

Soy astigmático desde algunos años atrás y muchas veces no me doy cuenta de las personas que pasan por mi lado (en varias ocasiones me han saludado a lo lejos y he respondido cortésmente sin siquiera adivinar quién era); pero más que eso siempre he sido distraído. Las personas constantes no captan mi atención (tampoco es que quiera lo contrario). Sin embargo ver a algunas personas que rompen con lo cotidiano me abstrae. La guitarra en medio de tiendas de calzados, cadenas de farmacias y gente que viene y va es que algo para observar. Me puse los ojos que cuelgan de la camisa para momentos de atención y me di con la sorpresa de que, aquel que estaba sentado ensayando notas con su guitarra de cajón, era mi amigo Álex, compañero de estudios en San marcos.

Llevé con él tres o cuatro cursos en la facultad y hemos conversado muchas veces en estos tres años de estudio. Él tiene a toda su familia en Nasca a la cual vuelve cada vacaciones para ayudarlos con el negocio familiar. Yo lo sabía pero en lo último que pensaba en ese momento era en él (Solo tenía en mi mano la foto de mi madre y una melancolía que cambiaría al bajar) El taxi se detuvo por el semáforo y yo, al reconocer a mi compañero, me bajé de inmediato a saludarlo. La sorpresa fue mayor para él: Solo cabe decir que nos quedamos sentados charlando un par de horas en el negocio de sus padres, tocamos la guitarra y acordamos para los siguientes días. Caminatas por una plaza que tiene ese color antiguo de las fotos que están en los libros, piscina en la tarde en un polideportivo; Bukowski en su polo, películas para recomendar, música y adoquines de fruta: los mejores que he probado en mi vida. Antes de volver a lima, me despido de él y de su familia que tan amable me presenta. 

Buena suerte con tus planes, Álex. Nos vemos pronto.

Foto tomada del facebook sin su permiso

domingo, 22 de marzo de 2015

Vacaciones en Nasca: Nacer

Me voy a Nasca con mi enorme mochila y llevo conmigo, en este viaje cargado de excusas, un corazón que ya me extraña, un libro de Cortázar, un montón de canciones para el camino, muchos saludos y un abrazo de mi madre por el móvil. Son siete horas de camino y el viaje es más largo cuando vas solo; aunque ahora que lo pienso no voy tan solo pues la tecnología me permite ir con mi gran amigo Willy que ha acompañado hasta las cuatro de la mañana. Estación Ica: Aún faltan dos horas...

Amanece en Nasca y yo dormiré hasta el medio día. Mi padre no responde el celular (qué sorpresa); sin embargo, los que me atienden son buenas personas y me tratan bien gracias a él: Desayuno, almuerzo y cena. "Solo estaré 5 días a lo mucho" -les digo. Quiero dejar atrás el bullicio de mi casa, el tráfico de lima, ese calor que abochorna, la inseguridad de las calles y las aglomeraciones de luces y carteles que hay por mi localidad. Además de ello quería cambiar de aires. Me gusta lima, soy muy urbano, pero siempre es bueno alejarse de la ciudad y respirar gente nueva, nuevas experiencias y, sobretodo, disfrutar los paisajes amplios.

Ya en la tarde me dispongo visitar a los familiares. Para ser más exacto a la tía Ali que viven a 20 minutos del hotel en el que estoy hospedado. En Nasca es común transportarse en taxi, te cobran entre tres o cuatro soles a casi todos los lugares que quieras ir. Los 10 minutos en los que trato de recordar las callecitas aledañas de Vista alegre y el lugar exacto donde bajar, me da una nueva perspectiva del lugar. En un año las cosas cambian y ya no me ubico bien, pero la tienda de mi tía está perfectamente ubicado en una esquina; así que doy fácil con el lugar: abrazos y sonrisas nos embargan por la sinceridad del saludo anual con mi tía que conocí hace solo dos años atrás. Conversamos y me muestra una promesa que saca de un portafotos antiguo: Mi madre a los 17 años. Me quedo viendo la foto por un momento y mi tía me observa sonriendo porque sabe que no reconozco a la de la foto. Me cuenta anécdotas de ese tiempo y yo la escucho como se debe de escuchar a las personas con mucha experiencia...

El camino de vuelta al hotel, ya no me importó ver las callecias de Vista alegre. Trataba de reconocer a mi madre en esa foto perfectamente cuidada y en todo ese cabello largo que tenía. A primera vista no la pude reconocer a ella; no de manera general, pero sí por sus facciones intactas. Pude reconocerme en su pequeña nariz, en esos ojos que aún no mostraban tristeza, en sus labios y cejas que son los míos; y, al notarlos, mis ojos brillaron nostálgica y resentidamente. Resentida por cosas del corazón que no divulgaré por este medio.



27 de setiembre de 1982