lunes, 16 de febrero de 2015

De pocos amigos

No soy de hacer amigos con facilidad. No sé por qué pero sí sé que eso de niño me afectaba. Con los años uno va entendiendo que simplemente tiene otro tipo de personalidad y punto. No es la gran cosa. En algún momento entendí que soy de esos pocos que la mayoría piensa que es serio o creído por mi rostro poco expresivo (alguna vez me lo han dicho). Muchas veces para empezar una conversación con alguien necesitaba sentirme seguro de no ser rechazado. Sin embargo soy consciente de que  todo esto ha cambiado en los últimos tiempos y por eso quiero recordar a todos los buenos amigos que me acompañaron desde la primaria hasta la actualidad. Algunos siguen y otros no:

En toda la primaria solo tuve un amigo: Cesar Soto. Un gran amigo con el que en los recreos compartíamos las loncheras o jugábamos con otros niños (esto gracias a él que tenía más amigos que yo). Él como buen amigo me hacía conocer a otros niños y niñas; y siempre juntos me daba la confianza para jugar al fútbol u otros juegos que ya no recuerdo. Así conocí a muchos compañeros del salón y pude adaptarme. Cuando algún "grandulón" nos quería pegar, nos defendíamos y la librábamos fácil. Cursamos toda la primaria y parte de la secundaria juntos. Él lamentablemente repitió el segundo años de media y en el tercer año nos veíamos muy poco; y empezamos -como es lógico- a hacer nuevos amigos (él más que yo por supuesto). Así nos alejamos toda la secundaria. En la actualidad al cruzarnos nos saludamos con una levantada de ceja o un "¡habla!" y seguimos de largo. Cosas de la vida.

Vuelvo a la secundaria. Tercer año de media. Me sentaba atrás como para evitar contacto con los profesores. No recuerdo con quién (las carpetas seguían siendo para dos). Lo que sí recuerdo es que llegó nuestro tutor y nos dijo que habría un nuevo orden de compañeros de carpeta y de lugares. Todos nos asombramos. La mayoría se sentaba junto a su brother desde primero de secundaria. Uno a uno nos fue llamando con lista en mano y ubicándonos en lo que sería nuestro lugar en todo el año. Cuando me llamaron y me ubicaron en las carpetas del medio, aún no había nadie y debía esperar a quien sería mi compañero; no solo de ese año, sino hasta quinto de media: Mi buen amigo Armando Berrocal. Un tipo tranquilo y aplicado que parecía alérgico a todo. Compartimos nuestros saberes y nos volvimos grandes amigos. Actualmente estamos en la misma universidad aunque en distintas carreras. Seguimos siendo muy buenos amigos y nos frecuentamos de vez en cuando.

Al terminar el colegio trabajé y paralelamente tomé algunos cursos como computación y clases de manejo. Fue en los cursos de computación que conocí a mi gran amigo Israel. A primera vista parecía emo. Siempre con un polo negro con mangas largas a lo freddy krueger. Un tipo encarador y con poca vergüenza. Gusta de la literatura como yo, tal vez por eso nos fue fácil entablar amistad. Bukowski, Rimbaud, Pizarnik y todos los malditos de la literatura estaban entre nuestras conversaciones. Seguimos siendo grandes amigos.

Al ingresar a la academia para mi preparación a la universidad, conocí a la que sería mi única amiga en todo el ciclo anual: Sara Castillo. Ella es una chica sencilla con una forma de escribir extraña. Rompe con las reglas de los signos de puntuación a propósito colocándole un punto a cada palabra (entendí que era una costumbre caprichosa, pues una vez le pregunté el porqué de esa manía). Además, siempre empezaba por el final del cuaderno (llena la página y vuelve a la hoja anterior). Esto último me permitía copiarme de sus apuntes; pues mi astigmatismo por esos días empeoraba. Hoy en día aunque no nos vemos mantenemos comunicación vía redes sociales.

Mi primer día en la universidad no fue la primera semana de inicio de clases. Fue la segunda. Sí fui pero no entré (algún día contaré eso). Yo no tuve las palabras de bienvenida de los profesores. Para variar cuando fui ya todos se conocían; o al menos noté que ya todos tenían sus respectivos grupitos. Esa semana me la pasé mendigando información de salones, profesores y delegados. ¡Increíble!, parecía que hubiera faltado un mes (ya habían tareas y grupos para  trabajos de exposición). Solo quedó acoplarme a los grupos ya formados. Fue en la clase de "Estudio y apreciación del arte" que conocí a mi buen amigo Willy Trujillo un brother de aquellos. Leal cual sancho, siempre en la buenas y las malas o "pa´las que sea" como suele decir. Teórico como él no hay. Siempre necesita sentirse seguro para dar un paso. Mi buen amigo y yo aún seguimos en este camino donde los sueños se hacen a mano y sin permiso.


Jhonnatan Manuel


lunes, 9 de febrero de 2015

Tercera nostalgia

Parque Enace. Una mañana cualquiera del 2008. Cuidaba a Polo un perro raza bóxer que me alegraba los días de enero. Boxer, pero no de esos que dan miedo con sus orejas puntiagudas, sino de los que NO se les corta las orejas y tienen aspecto un tanto bonachón y medios tontos. Cada cumpleaños le celebrábamos comprándole su cuarto de pollo, el cual devoraba en un par de minutos. Alguna vez devoró un jabón por descuido. Alguna vez yo devoré un cuarto de pollo por descuido.


Lo recuerdo muy bien. Tenía esa idea metida en la cabeza y aún ni existías. Polo corría por todo el parque enace y yo solo me sentaba a mirarlo.Tenía el mismo sueño todos los días. Marilyn decía que sueñe despierto porque es mejor soñar con los ojos abiertos /Tú como yo somo soñadores sin ningún temor; ¿depresión otra vez? quédate a mi lado/. 

Tres meses después llegaste; y yo dejé de ver a Polo. Él ya no está en este mundo y lo extraño esta noche extraña. Esta noche en la que he vuelto a verme solo. Hoy vivo el sueño. Disculpa mi egoísmo.

Parque Enace

Yo y Polo (el dueño por detrás)

martes, 3 de febrero de 2015

En algún lugar sobre el Arcoiris


                                                  “Si no tienes defectos, entonces ganarás mi amor" (Alanis morissette)

Uno de los mejores cursos generales que he llevado hasta ahora en la universidad se llama Expresión corporal. Fue un curso de primer ciclo y recuerdo que al principio no me gustaba. Primero, porque tocaba los días sábados; segundo, porque exigía usar polo blanco y; tercero, porque era prácticamente educación física soft. No es que haya sido uno de los mejores cursos porque me gustará en sí su metodología; sino porque dentro del él, hicimos un proyecto social en una institución estatal para niños del Inabif (Hogar Arcoiris). 

Fue entonces que se decidió que los días de talleres en el hogar Arcoiris serían los domingos. Llegó el día, formamos grupos de cinco o seis y nos asignaron un niño  a cada alumno (a veces dos, a veces tres). Los domingos a las tres de la tarde llegábamos nosotros con todo el entusiasmo y los materiales para los talleres de pintura, manualidades, de baile y de teatro. Yo estaba en el grupo de pintura y fue ahí que lo conocí...
Lo vi dibujando con su sonrisa, con sus ojos y con sus manos a un hipopótamo, un árbol, una jirafa, un pingüino y un león; y se quedó conmigo todo ese tiempo, me reconoció y me regaló su amistad todos los domingos su vida.
Le puse un veinte grandote de nota porque se lo merecía, le pondría -si hubiera- el último de los números para que sepa que lo hizo perfecto, pues todos los domingos en los que iba a verle llevaba conmigo mi corazón para regalárselo a cambio de su hermosa sonrisa y con la condición de que sea feliz para siempre.
Y lo empecé a tratar más, tenía unos ojos preciosos, marrones y tristes; tristes en una forma hermosa. Tenía una sonrisa que atrapa, que llama la atención, que cautiva y que opaca a sus ojos. Tal vez por eso nos quedamos hasta el último juntos. Nos miramos y nos reconocimos en ese espejo. Yo también los tengo. Te diste cuenta, ¿verdad?
No, no te he olvidado. Todos los días al regresar a mi casa, mientas me encuentro en el carro y me pongo los audífonos y escucho esa canción, te recuerdo. Te recuerdo y me calmo. Mi querido amiguito, eres perfecto.







domingo, 1 de febrero de 2015

Tres dulces tunas


Me gusta la tuna. A veces la compro cuando estoy llegando a la universidad. La señora que las vende, te pela cuatro al instante por un sol y te las llevas en una bolsita. Yo solo una vez he lidiado con las espinas que tiene y son muy incomodas, por eso es raro que yo mismo compre del mercado y me pele una. En mi casa mi madre viene comprándolas seguidas y me ha invitado muchas veces. Esto obviamente con el amor de toda madre que te da la fruta lista para comerla.



Pero el sábado en la noche cuando todos dormían y yo me la pasaba viendo algunos making de video de bandas que me gustan (Me gusta mucho ver cómo se hacen los videos. Sobre todo los que son graciosos.) En fin, mientras estaba en la laptop fui a la cocina a ver qué había para comer y vi las tunas en la canasta y al instante recordé el rico sabor que tienen, así que me dispuse a pelar tres tunitas (como para no exagerar). Todo un drama. 

Soy muy creativo para lo que sea y al instante se me ocurrió agarrar un tenedor una tabla de picar, un plato donde colocarlo y un cuchillo para hincarle y hacerle los típicos cortes respectivos (cortar de un extremo, luego del otro para finalmente hacerle el tajo que te permitirá ver aquella fruta). Lo malo es que no es tan simple y tuve que añadir una cuchara para sacarla de la cáscara. Todo esto con mucho cuidado de no hincar en el lugar incorrecto para que no te comas la fruta con espinas.


Al terminar la tarea de pelarlas y sentirme satisfecho con los resultados, como es de imaginarse dejé en la mesa de la cocina un cuchillo y un tenedor ensangrentados una tabla de picar y una cuchara sucia. Todo esto por tres tunas. Y mientras me las como, y escribo este post siento una pequeña molestia en mi dedo índice derecho. Como si la espinita se burlara de mí.