(...) Y de pronto,
le tomé de la mano y la llevé hacia la salida, sus amigas nos quedaron viendo
sorprendidas, mientras ella sonreía yo estaba del color de los tomates. Ese
minuto hacia la salida parecía una eternidad.
- Lo siento
-le dije, mientras le soltaba la mano.
-Yo no hago
estas cosas. Lo sabes.
-¿Entonces?
-dijo
-¿Qué somos?
-(Silencio
prolongado)
Al llegar a
su paradero, nos pusimos frente a frente; me miró y sonrió. Pude verme en sus
enormes ojos negros, ella estaba feliz y eso se me hacía feliz. La tomé de la
cintura. Sonreímos. Nos abrazamos y preguntó nuevamente: “¿Qué somos?” “¿Por
qué salimos hace más de un mes y ya te quiero?” “¿No es tan difícil responder
eso?"
Yo intentaba
decirle que la quería de la misma forma que ella lo hacía, que estaba dispuesto
a intentarlo y que yo podría hacer que olvidara su pasado; pero no me salía nada
y se me hacía un nudo de palabras en la garganta. Tal vez porque no la amaba.
Nos quedamos
alrededor de una hora en el paradero. Conversamos de todo, nos reímos mucho,
me mostró su alma de color violeta y sus miedos. Hasta que ya no supimos que
decir… excepto:
-¿Nos vemos
mañana? -me dijo, antes de irse.
-Sí, claro
que sí
-Hasta
mañana…
-Chau.
Y mientras
ella se iba alejando en el bus; yo prendía un cigarrillo, y de la mano de mi
egoísmo me fui ensimismado a mi paradero.